Duelo: Qué hacer cuando un ser querido muere
- Sandra Rojas Cisneros
- 13 feb 2019
- 4 Min. de lectura
La certeza más grande con la que contamos los seres humanos es que en algún momento nuestra vida y la de nuestros seres queridos terminará.
Cuando perdemos a alguien podemos llegar a sentir tanta impotencia que nuestro cuerpo muchas veces no reacciona, se queda inmóvil al igual que nuestra mente; o en otros casos, nuestro deseo de cambiar la situación es tan grande que nos ponemos en marcha e intentamos con toda nuestra energía revertir la situación aunque en el fondo sabemos que no hay vuelta atrás.
Para nadie es grato saber que un ser querido ha muerto, es una de las noticias que no deseamos escuchar nunca y estamos dispuestos a hacer lo que sea con tal de que ese momento no llegue.
Que no deseemos que ese día llegue, no significa que esto se pospondrá o que no sucederá; irremediablemente nuestra vida y la de quienes amamos, terminará. Así que no nombrar ese día o evadir el tema de la muerte lo único que hace es invitarnos a postergar.
¿Postergar qué? Postergar cosas que necesitamos, decir, hacer, cumplir, “arreglar”…
Postergar es “hacer como que no nos damos cuenta” de que hay cosas por hacer, lo cual no elimina esas cosas de la lista de pendientes, simplemente nos autoengaña y “relaja” un poco.
Ahora, ¿qué hacer cuando un ser querido muere?
La mejor respuesta que puedo dar a esa pregunta es: Dejar que la tormenta de emociones venga, llueva en mí, me moje y poco a poco, con el pasar del tiempo (y mi esfuerzo) se vaya.
Hay que hacer un esfuerzo (muchas veces monumental) por “nombrar” lo sucedido y hablarlo tanto como necesitemos, por hacer un espacio dentro de nuestras vidas para contactar con ese vacío, con esa vulnerabilidad. Porque no hay mejor manera de enfrentar a un monstruo tan grande como ese que haciéndole frente, llamarlo por su nombre, reclamarle lo que sea necesario, justificarlo de vez en cuando, maldecirlo, llorarlo… justamente hacer eso que solemos llamar duelo.
Hacer un espacio para el duelo en nuestras vidas es una de las decisiones más sabias y sanas que podemos hacer, ya que el no hacerlo no significa que este no vendrá en una etapa futura, simplemente estaríamos postergando algo que es necesario de hacer.
Ahora, cada proceso de duelo es diferente porque cada pérdida también es única. No hay un tiempo “reglamentario” que nos diga cuanto tiene que durar un duelo, pero la idea general es que un proceso de duelo sano tarda entre uno y dos años; luego de ello hay duelos que se consideran “patológicos”, pero repito: no es regla, no aplica a toda la humanidad, así que puede haber excepciones.
Por otro lado, es importante cambiar la mirada sobre el duelo como algo catastrófico hacia algo que te permite crecer y renacer como pocas experiencias en la vida. Luego de una pérdida significativa no volvemos a ser los mismos, y qué bueno, porque esto es una invitación al cambio, a la renovación, a la acción, a la no postergación, a la reconstrucción y resignificación de nuestras vidas y nuestra existencia.
Ver el duelo como un proceso de crecimiento más que como un proceso de dolor y vulnerabilidad nos permitirá aprender de lo sucedido y crecer de manera exponencial. Es verdad que dolerá, que será difícil, que a veces nos quedaremos sin energía, sin ánimos, sin hambre, sin risa, sin bromas, sin palabras… Pero si lo vemos como una especie de “tributo” a la vida, al universo, a dios; nos daremos cuenta que en la medida que estamos dando recibiremos y que la nueva versión post-duelo de nosotros será mucho mejor de lo que solía ser antes de ello.
No está de más, mencionar las famosas “etapas del duelo”, las cuales, si bien sirven de guía, tampoco son una regla que además, se lleve a cabo un paso tras otro; en realidad muchas personas tienden a presentar una etapa y saltar a otra (que no era la siguiente), luego volver y así, hasta que logran resolver y transitar su duelo.
Por tanto la clave de todo es la paciencia, la disposición y la fuerza, porque se requiere de un ejercicio de consciencia, en donde estoy eligiendo atravesar este camino, no sólo me estoy dejando llevar por las circunstancias.
En resumen, cuando un ser querido muere:
*Permítete transitar tu proceso de duelo
*Aprende y lleva a la acción cada una de las lecciones que el duelo te deje
*Sé muy paciente, el duelo no es un proceso fácil y mucho menos rápido
*Nombra tus emociones y pensamientos, no los dejes a la deriva
*Permítete ser acompañado(a) y escuchado (a)
*Abraza la experiencia que estás teniendo, pues de ella vendrá un nuevo sentido para tu vida
*Siempre recuerda y rinde homenaje a tu ser querido, di su nombre, no evites tocar temas que estén relacionados con él/ella: La palabra ayuda a organizar la mente y en consecuencia, la emoción
*Recuerda que tu vida también llegará a su fin, así que no está de más ir avanzando con nuestra lista de “cosas por hacer”, no importa si es una disculpa o un plan completo de vida
*Pide orientación profesional, esto ayuda a aclarar el panorama y es un apoyo muy importante que podría aligerarnos el tránsito del duelo
Con mucho amor para aquellos que hoy ya no están pero siguen presentes en nuestra mente, corazón, recuerdos y aprendizajes, pero muy en especial para quienes nos hemos quedado aquí abrazando la vida, siendo valientes, nombrando ausencias que se llevan presentes en el alma.
(Para mi papá, te amo siempre, gracias; para mi familia que juntos seguimos dando pasos que están atravesados por un amor enorme que no necesita de su presencia física para seguir creciendo; para mi amiga y compañera que en esta historia paralela se mantiene aprendiendo y abrazando la vida con una sonrisa)
Sandra.

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